viernes, 5 de julio de 2019

Así conocí a mi tierra




Cuantas cosas habré visto

y cuanta agua llovida

Conocí más primaveras,

otoños y sementeras.

He visto más desengaños

a lo largo de la vida.

* * *

Y a veces salir el sol

ocultándose en el cielo

entre unas nubes que ardían

que a lo lejos parecían

como bordadas en oro

cortinas de terciopelo.


Qué bonito era mirar

esa mañana al saliente
con los pájaros cantando
un ruido se iba mezclando
del sonar de los cencerros
y el bullicio de la gente.
* * *
Me zaleé rebuscando
entre las esparragueras
en los arroyos: los berros,
las criadillas: en los cerros
y con las aguas de abril
ver crecer las sementeras.
* * *
Cuanto le quiero a mi gente
que bonita Extremadura
con la uñas arrancaba
tierra y la desmoronaba
cogiendo un niño criadillas
para comer la criatura.



Como de una novia guapa

del campo me enamoré
y arando tras el arado
con diez años y agotado
por seguir tras de la yunta
con mucha rabia lloré.
* * *
Porque la casta extremeña
el corazón le tenemos
de habernos amamantado
con lo que nos han dejado
con la leche de bellota
y es lo que contar podemos.
* * *
Que complicada es la vida
cuatro días que vivimos
unas veces nos queremos
otras nos aborrecemos
y cuando abrimos los ojos
los cerramos y nos morimos.
* * *
Este mundo es una trampa
gente que las ves rezando
las ves hablando y mintiendo
mirando al cielo y fingiendo
y creen engañar a Dios,
y otros, hambre pasando.
* * *
Si la locura de un hombre
a este mundo destruyese
que contento quedaría
¿Y la Luna? ¿qué diría?
Cuando viera arder la Tierra
cuando de noche saliese.
 





Gritar niños extremeños

que os oigan los verdugos
gritar pidiendo la paz
que hay hombres que son capaz
gastar toda su energía
haciendo bombas y yugos.

·          * *
       
Con lo bonito que están
los niño parlujeando
pero estos hombres no saben
que en ningún sitio caben
y para los mismos suyos
una fosa están cavando.

* * *
·           
Hubo hombres en el pasado
en nuestra tierra extremeña
que hubiesen sido escritores
poetas o profesores
y vivieron humillados
pidiendo o vendiendo leña.
* * *
Fue un tiempo que nos tocó
de pena y comprometido
ver y ver tantos horrores
todos cometiendo errores,
pero lo que es una pena
no haberlo reconocido.

* **
·           
Si a estos hombres locos
les pudiera convencer
para que dejen la guerra
y haya paz en la Tierra
 y su corazón pequeño

les empezase a crecer

* * *

Si sois tan inteligentes
fijaos en madre Teresa
que su corazón cansado
del sacrificio agotado
más que el universo pesa.

* * *
·           
Mirar con mucha ternura
a los niños a los ojos
sembrar la tierra de flores
flores de muchos colores
y no de muertos ni abrojos.

* * *
*
Agosto 2002.
 



  

martes, 14 de mayo de 2019

Antes de haber un puente en el Guadiana


Antes de haber un puente en el Guadiana









Antes de haber un puente en el Guadiana próximo a Orellana, esparragueros, pajareros, labradores y una gomia de muchachos y mujeres que para buscárselas tenían que pasar el río en una barca. La Serena daba de comer a todos los pobres entre espárragos, cardillos, berros o criadillas.
Yo tuve una mula más de veinte años, y una tarde hubo que pasar el río a vado porque el barquero no estaba. La mula tuvo que nadar varios metros porque no llegaba con las patas al suelo. Y yo digo, si la mula la compré con tres meses ¿quién pudo enseñarla a nadar? ¡Qué lección me dio aquel animal. Con el agua que yo habré tragado para aprender a nadar!
Mi padre era Ordinario[1] o Carrero que se decía lo mismo. Él no aprendió a nadar porque no le vagó, tuvo que trabajar desde pequeño.
 Por entonces, a falta de camiones el transporte se hacía con carros de ruedas de llanta metálica y estructura de madera. Nos contaba que él y sus hermanos siendo mozos trabajaron de ordinarios o carreros que quiere decir lo mismo y simultáneamente llevaban algo de labor, pues ninguno de los dos negocios era gran cosa.
Hubo más familias que se dedicaban también a estas tareas, como los hijos de la tía Felisa del Ordinario, los hermanos Jiménez, como el padre de Juanita y Victoria. Un tal Pepillo del que mi padre contaba que en alguna ocasión había echado un viaje hasta Madrid con el carro, y él mismo dice que fue en dos ocasiones a Badajoz.
Los viajes por caminos carreteros estaban llenos de dificultades y una de las principales era cruzar los ríos, en este caso el Guadiana. A principios del siglo XX en 245 km de recorrido por la provincia de Badajoz solamente existían tres puentes para carretera: el de Medellín, el de Mérida y el de Palma en la capital.
Y eso que ya en “Las Partidas” de Alfonso X (1252-1284) al explicar cómo han de amar los reyes a sus tierras y los que las pueblan “Deben mandar labrar puentes é calçadas é allanar los pasos malos, por que los omes  puedan andar é llevar sus bestias é sus cosas desembargadamente de un lugar a otro”
El recorrido más habitual era a Villanueva de la Serena, buscando siempre el trayecto más corto, incluso después de haber un puente que no se construyó hasta 1933; porque en cualquier caso suponía un rodeo considerable sobre todo teniendo en cuenta que los desplazamientos se hacían a razón de una legua[2] a la hora, según el terreno y la carga con lo que el camino podría durar entre seis u ocho horas.
Nos contaba mi padre de un día, pasando el vado de los Jabales[3] del Guadiana, viniendo con el carro desde Villanueva,  empezó a inclinarse y oyó como las chinas rodaban hacia lo hondo del río revuelto por la subida del agua y que a punto estuvo de que el carro, las mulas y el carrero fuesen tragados por las furiosas aguas.
Bastantes años después por el mismo vado[4] de los Jabales, Manolo Jiménez Ruiz, Calisto, padre de Victoria y de Juani Jiménez también fue carrero. Venía de familia de carreros que hacía habitualmente esa ruta. Lo había aprendido desde muy tierna edad. Conocía el camino, los arenales que parecían tragarse toda la fuerza de las mulas avanzando con agobiante lentitud.
Con trece años ya hacía sólo el camino con sus mulas enjaezadas, con sus borlas y sus campanillas, pues aunque animales eran, merecían buen trato y cuidado; y por qué no, también adornos, pues como diría Cervantes, “un palo vestido, no parece palo”. Las llamaba por su nombre, se habían criado con él, las daba de comer y las llevaba al abrevadero con gran dedicación y cariño. Eran sus mulas. Esas que les parecerían enormes bestias a cualquier chavalillo de ciudad eran sus compañeras de fatigas.
Así siendo casi un crío de trece años, pero con la madurez y la determinación de un hombre, llegó a la orilla del río, empezó a cruzarlo como tantas veces había hecho con su padre, sus hermanos  y sus dos yuntas de mulas. Pero aquella travesía quedaría grabada en su memoria para siempre.
Cuando iba por medio del río el venaje cada vez más potente y con un empuje implacable arrolló al carro y las mulas. Deslizados fuera del carril de vado el río se convertía en un abismo en el que no se tocaba fondo.  Por más que se esforzaban, las mulas perdían su apoyo en el suelo y no podían resistir el ímpetu de la corriente. Con enorme esfuerzo y gran dificultad pudo desenganchar las dos mulas de las cuerdas[5] pero el carro y las dos mulas que seguían enganchadas fueron arrastradas por la furia de la corriente ahogándose la dos. Terminó de cruzar el río a nado y con la pelliza puesta por lo urgente y apurado de la situación. Aquello fue muy sonado. Yo tendría unos ocho o diez años y lo recuerdo perfectamente, luego todo el pueblo solidario fue a sacar el carro cuando las aguas habían desbravado.
Para estar más seguro de esta historia pregunté a Francisca, su mujer, y me dijo que cuántas veces se lo oyó contar a Manolo.
Cuando pisó tierra firme al salir del río, encontró las dos mulas de las cuerdas que le habían adelantado al pasar el vado esforzándose también en nadar contra la fuerza del agua.
Las dos mulas estaban en la orilla sin moverse como si esperasen a que su amo saliese de aquel peligro.
Manolo acarició a las mulas con cierta satisfacción por sobrevivir, pero al volver la vista atrás comprendió que las otras dos mulas habían sido arrastradas por la furia de la corriente y engullidas en el abismo de las aguas.
Y así contemplando con tristeza aquel suceso se admiraba cada vez más como había podido salir de allí siendo tan joven y haber podido atravesar unas aguas salvajes de un río que apenas con mirarlas causaban pánico.
Y para que no caiga en el olvido escribo estas páginas para que sepáis que Manolo Jiménez tuvo un comportamiento heroico con sólo trece años peleando contra la furia de un río.
Rafael Calzado Sanz
Orellana la Vieja, 2014





[1]ordinario: DRAE 11. m. desuso. Arriero o carretero que habitualmente conducía personas, géneros u otras cosas de un pueblo a otro.
[2] legua: DRAE (Del celtolatino. leuga, quizá de origen prerromano).1. f. Medida itineraria, variable según los países o regiones, definida por el camino que regularmente se anda en una hora, y que en el antiguo sistema español equivale a 5.572,7 m.
[3] Vado de los Jabalíes. Es la zona donde se celebra actualmente la romería de San Isidro.
[4] vado: DRAE (Del latín vadus).1. m. Lugar de un río con fondo firme, llano y poco profundo, por donde se puede pasar andando, cabalgando o en algún vehículo
[5] Cuando en un carro van enganchadas cuatro mulas se llaman las de las cuerdas las dos delanteras.